LIMA - PERÚ JUEVES 11 DE DICIEMBRE DEL 2014
Efesios 5:23-24.
"Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador".
*** Introducción.- El verso anterior (22) posee una terminología particular que no significa sujeción, sumisión o supresión; sino subordinación, la misma que en la milicia refleja el orden basado en las responsabilidades asignadas, y en el encargo pertinente que permite que todo funcione de acuerdo a los requerimientos funcionales inherentes al rol de cada uno. El temor de Dios es el fiel de la balanza, y ello determina el orden en la millitancia. No nos resistimos a esa persona, sino al que le asignó aquellas funciones. La arrogancia mostrada en el ejercicio del cargo; y la inclinación a tener un espíritu autoritativo o despótico, harán inviable la comunión, destruyéndola si ésta existe. La armonía del amor fraternal, y la sabia competencia asignada por el Padre a los roles específicos de cada quién, nos harán coexistir pacíficamente y convivir felices.
*** Recordemos que la pareja paradisíaca tenía un rol específico en el Edén; en su trato y relación con el Señor, y en sus asignaciones; pero el día que el orden establecido por Dios se quebrantó: la guianza serpentina, llena de mentiras; la jefatura femenina, con su accionar y particular iniciativa; y el "dejar hacer" tan concesivo del hombre para con su pareja, cobraron vigencia, y trajeron una nueva ordenanza para restituir lo que se había perdido: EL ORDEN DIVINO. Así, la serpiente reptó. y de polvo se alimentó; la mujer, fue sujetada a obediencia, y sus dolores se multiplicaron, para el hombre, la tierra fue maldecida, trayendo aflicción, sudor y sufrimientos, hasta volver al polvo de donde había sido tomado, por rechazar la eternidad y asumir un rol de satánicos auspicios. ¿NOS DISGUSTA ELLO? ¡VOLVAMOS AL ORDEN, ENTONCES!
*** (Ef.5:23) Al penetrar en este verso, para considerarlo prudentemente, nos toca ver cada parte del mismo. Prestemos una total atención a los términos comparativos: "El marido es cabeza de la mujer". La responsabilidad corresponde al varón guiado por el Señor, quien no puede ser elusivo, inexpresivo, concesivo, agresivo, ni abusivo; porque Cristo, la cabeza del cuerpo, no lo es en forma alguna. La luz, la visión, la audición, el discernimiento el gusto y la expresión oral y determinativa son, de la cabeza, prerrogativas. De ella dependerá la salud, la energía, la sabiduría, la genialidad y potencialidad que hagan que todo el cuerpo disfrute, compartiendo la dicha con todos los elementos que conforman la Casa de Dios, la Familia de Dios, El Cuerpo de Cristo. Más que gozar, esto debe hacer temblar al varón por la responsabilidad que le cabe, llamándolo a someterse al Señor en toda instancia, cautelando los divinos intereses.
*** Y aquí viene la segunda parte: "Así como Cristo es la Cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo". Nos bastará con mirar el obrar del Señor, en superiores instancias, para saber cómo movernos en la asignación venida de arriba. ¿Por qué el Señor no hace o establece diferencias en cuanto a este punto específico? Porque la vida brota del corazón, y asciende hacia la cabeza, y desciende luego hasta nuestros pies, desde el "centro de operaciones", sustentando la vida en ambas esferas, y nos da a entender que todos estamos sujetos al fluir sanguíneo, y el alma y el cuerpo han de estar sujetos al espíritu, para funcionar tripartitamente con toda la eficacia que el caso requiere, porque: "Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; Y CORDÓN DE TRES DOBLECES NO SE ROMPE PRONTO" (Ec.4:9-12).
*** "Y él es su Salvador".'El contenido espiritual y salvífico es lo que debe primar en las mentes de los que estamos aquí considerados. No es asunto de superioridades o rivalidades, no es guerra de sexos, de machismos o feminismos; es un asunto de orden espiritual básico, inherentes al plano más importante y vital que nos incumbe. Así, el amor fraternal y la obediencia constante a la autoridad delegada relevarán y revelarán nuestro anhelo por la eternidad. Los hechos divinos deben marcar nuestros pasos en nuestra función de obediendia y de adoración. ¡Aleluya!
PASTOR: EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 11/12/2014