miércoles, 27 de agosto de 2014

Ya no vivo yo

LIMA - PERÚ MARTES 26 DE AGOSTO DEL 2014

Gálatas 2:20-21

"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios, pues si por la ley fuese la justicia, por demás murió Cristo".

*** El sumo gozo de nuestra realidad espiritual se hace tangible en esta experiencia que Pablo describe gráficamente, sintetizando la obra de la Gracia en el diario vivir de cada creyente. Veamos:
(I) "Con Cristo estoy juntamente crucificado". Esto nos habla de una experiencia que diariamente se repite, manteniendo vigente el panorama del sacrificio sustitutivo, de la voluntaria incapacidad para seguir morando en el pecado como una vivencia que nos insta a la piedad, estando conscientes de que hemos muerto juntamente con Cristo, y que nuestras manos crucificadas (obras), nuestros pies enclavados (andar), nuestra cabeza coronada de espinas (pensamientos), y nuestro costado alanceado (nuestro corazón interpretando nuestro sentir y desear), han sido inhabilitados para siempre, demostrando nuestra muerte total (por la sangre y agua que implican un total desangramiento), y un sacrificio enteramente agradable a Dios (Sal.20:3). Hemos de recordar la demanda del Señor Jesús sobre lo que él define como una vida crucificada: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame"(Mr.8:34).
(II) "Y ya no vivo yo" Es la muerte al yo la que nos comunica la vida de resurrección, la que nos hace conscientes del plano trascendental de la vida cristiana que agrada a Dios, que promueve su bendición, que nos santifica, y nos hace herederos; que nos transporta a una vida genérica llamada piedad; capaz de vencer la muerte y su dominio pecaminoso sobre nosotros, siendo pisoteada diariamente, poniendo al enemigo a nuestros pies (Ro.16:20).
(III) "Mas vive Cristo en mí". La vida nueva expresa su plano trascendente al dejar que Cristo emerja. Lo transitorio es expresado por nuestra naturaleza carnal, y aunque pueda ser positivo y digno de aplauso; no se compara con lo que Jesús hace por nuestro medio con valores eternales, comunicando la vida de arriba, que no sólo tiene su efecto aquí, sino también en el mundo venidero. De allí su valor trascendente. Las buenas motivaciones humanas no son comparables con el amor divino derramado. Lo natural, posee la cualidad de lo transitorio; lo imperecedero, pertenece al plano de lo regio. Elijamos esto último como estilo de vida.
(IV) "Y lo que ahora vivo en la carne". Esta referencia nos habla de lo que el neonacido experimenta como una realidad que lo afecta todo, habiendo lenguas, interpretación, visiones, revelación y cánticos de alabanza, que nos permitan gozar tripartitamente (1Co.14:26). Las sanidades, liberaciones, milagros y prodigios, han de ser parte integral de nuestra adoración como gente de dos campamentos (del cielo y de la tierra); no porque estemos divididos, sino porque estamos fusionados con él (Mt.28:18-20;Mr.16:15-18). Lo maravilloso y sobrenatural debe ser nuestra diaria experiencia, afectando el mundo natural para la gloria de Dios.
(V) "Lo vivo en la fe del Hjo de Dios". La fe del Hijo operando en nosotros implica el sumo bien de lo que el Señor es y tiene; pues: "tal como él es, así somos nosotros en este mundo". Mi medida de fe me lleva a glorias determinadas; pero cuando la fe del Hijo opera en mí, la ilimitación es mi perspectiva. La fe de Pedro se diluyó, y se hundió. Recogido por el Señor anduvo a la barca en la fe de Jesús, caminando por la plataforma que sostenía al Hijo de Dios hasta llegar a la barca ¡Aleluya! (Mt.14:28-32). Vivir en la fe de Jesús nos transporta a una esfera de fe especial y totalmente sobrenatural. Espera cosas muy grandes, maravillosas, prodigiosas en el momento que te muevas en esa esfera gloriosa.
(VI) "El cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí". Las divinas motivaciones operan desde el ámbito de su amor por y para con nosotros. MIentras que nuestro accionar tiene que ser afectado por algo fuera de nosotros, que tenga lo necesario para movernos a misericordias y solidaridades eventuales; el amor divino está siempre dispuesto para bendecirnos. Una cosa es la ayuda social; y otra muy diferente, la empatía con el que se duele; y otra muchísimo más distinta, el que alguien tome tu lugar en un trance de aflicción y de condenación irremisible. Lo primero, puede hacerlo cualquiera; lo segundo, un grupo de personas muy reducido; pero lo tercero, sólo lo ha hecho Jesús; quien nos ponderó como gente que valía la pena redimir, viendo su valor multiplicado después que ejerciera sobre ellos su capacidad transformadora, santificadora y conformadora, llevándonos a la presencia del Padre como sus hermanos en igualdad de derechos y privilegios (He.2:10-13; 12:23).
*** El que asume la perspectiva de agregar algo a lo hecho por Dios en Cristo Jesús, afrenta a Dios, desecha la gracia divina, y se condena irremisiblemente. Si Dios hubiera pensado igual que estas personas, Jesús no se hubiera dado la molestia de venir y morir por los pecados de la humanidad, hacer el vicario sacrificio y darnos acceso a la gloria de su Padre revestidos de su justicia ¡No podemos ser tan necios! (Continuaremos mañana).
PASTOR EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 26/08/2014

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